miércoles, 21 de enero de 2009

La FeliCiDaD

El oso querìa entrar al cubo de cemento que tiene como casa -si a eso se le puede llamar casa-.
El calor es insoportable a las tres de la tarde, y peor aùn si es domingo

Revolcado en el polvo y despuès en el agua seguìa insistiendo, insistiendo, insistiendo...
Alguien a mi lado dijo: ¡El oso està bailando! y luego como eco se escucharon las voces de los demàs niños.
Los osos no Bailan, Sòlo tienen calor y miedo.
Sin mover el cuerpo, meneaba la cabeza de izquierda a derecha y luego al revès frente a esa reja sucia e inamovible.
Los osos no bailan, sòlo rozan sus orejas en el ya viejo cemento blanco que les hace sangrar y dejar la marca en la pared, la costra en la oreja.
¿Hace cuànto el oso ha intentado entrar en ese miserable cubo que parece ser la ùnica sombra?

Que deprimente, deprimente la visita, el día, el calor, la gente y el zoológico que ya no es el mismo cuando ves a un oso así; cuando por el oso recuerdas que tambièn había aves con las alas màs maravillosas e inútiles para poder volar, una jirafa con el cuello más fascinante e inútil para comer en lo alto, un Jaguar con las manchas màs negras e invisibles para poder reposar bajo las noches càlidas...
Son-como leí en algún número de "Anacrusa"- animales light: privados de ellos mismos, un león sin león, un ave sin ave, un zorro sin zorro.
Me dolió la cabeza el resto de la tarde. Me dolió cuando quise en un primer instante que estuviesen afuera, en el bosque, monte o selva; pero no lo soporté cuando supe que afuera, entre nosotros, durarían menos.



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